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La más romántica de las historias

domingo, 22 de abril de 2018

—¿Cómo voy a ser un mutante?— exclamó con una sonrisa que más que confirmar lo que decía, lo contradecía.
—Decime la verdad —reclamó escandalizada —. ¿Sos un mutante? ¿Tenés miedo que la yegua se entere y por eso no lo contás?
—Si fuera un evolucionado —remarcó el sustantivo utilizado—, me molestaría que usaras esa palabra.
—Te molesta que diga mutante. ¡Te molesta!

—Sabés que no es de buena educación.
Tina rio incrédula. No sabía si dar fe a sus palabras o a su actitud. Todo lo que había dicho que pasaría, ocurrió. ¿De qué otra manera podría haberlo sabido?
—Mirá que no voy a decir nada. Yo no soy como Matilda. No tengo problema…
—Ya lo sé. Pero no soy evolucionado. Ojalá lo fuera. Vamos por unas galletitas a la máquina expendedora.
Ella lo miraba con desconfianza. No podía sacarse aquella idea de la cabeza.
La máquina expendedora se encontraba en un piso inferior. Tomaron las escaleras, caminaron el largo pasillo charlando y seleccionaron las galletitas con chispas de chocolate preferidas.
Cuando estaban volviendo, escucharon voces que se acercaban desde una esquina del corredor. Ingresar al sector de las escaleras, aún escuchando a quienes hablan por el corredor.
Comentario los detuvo y se asomaron espiar. Era la candidata a líder mundial. La fanática religiosa.
—¿Qué hace esa mujer acá? —se preguntó Fabrizio apenas en voz audible.
Tina recordó a la mujer de esa mañana.
—¿No creés que tal vez lo que nos pidió esa chica hoy, pueda tener algo de coherencia? —susurró.
Se miraron preocupados.
—¿Y qué podríamos hacer? Si nosotros no decimos los resultados, alguien más los va a decir.
—Ni saboteándolo…
—¡¿Estás loca?!
—¡No! Obvio que no lo vamos a sabotear. Pero digo… aunque lo hiciéramos… lo vuelven a hacer y listo.
—Ni que decir que quedaríamos despedidos de inmediato. —Permaneció pensativo mientras veía a su jefa dirigir a los miembros del partido extremista al laboratorio—. Aunque les llevaría mucho tiempo.
—¿Para qué querríamos ganar tiempo?
Se miraron y ambos llegaron a la misma conclusión en el mismo instante.
—Para averiguar qué quieren hacer con esa información —susurraron al unísono.
Se contemplaron un momento allí como estaban, acurrucados en un rincón de la escalera cuchicheando por lo bajo. Parecía inverosímil.
—Naaaa —descartaron la idea a dúo.
Caminaron de vuelta a sus estaciones de trabajo, riéndose de ellos mismos. Al ingresar al laboratorio, Matilda se encontraba enseñándoles a los candidatos, el trabajo que habíamos estado haciendo y los resultados esperados.
No se percataron de la presencia de los jóvenes. Matilda salió a conseguirles unas revistas y folletos.
Comenzaron a hablar como si estuviesen solos y las palabras “ley”, “mutantes asquerosos” y “apretados” les llamó la atención.
Algo preocupados, pero impotentes no mencionaron nada más hasta salida.
—¡Argentina! —la llamó Fabrizio cuando ella se adelantaba hacia la boca del subte “H”—. Te acompaño. Hago combinación con la línea “D”.
Tina sonrió y lo esperó. Ella debía combinar también con la línea “A” para ir a Merlo.
Por un rato se olvidaron de las intrigas y sospechas en la que habían estado inmersos las últimas horas..
Caminaron juntos unos pasos y cuando estaban por bajar las escaleras mecánicas, Fabrizio tomó la mochila de ella y le tomó la mano.
Tina se sintió extraña. No tenían una relación sensorial con Fabrizio y más allá de ese beso inesperado de esa mañana, jamás la había tocado.
Ahora se daba cuenta que le interesaba de alguna manera. ¿Pero de cuál manera? ¿No estaría exagerando las cosas y tal vez él fuera de las personas que no le dan demasiada importancia a los roces?
De cualquier manera, no podía disimular la sonrisa que se le había instalado en la cara.
Seguramente le parecería una idiota, porque la estaba mirando con esos ojos tan seguros de sí mismos que…
No pudo terminar el pensamiento. Fabrizio la arrebató en el aire y la fue llevando a los besos hacia una columna delante de todos los pasajeros. Nadie se asombraba de algo así. Pero nadie podría asumir que era su primer beso juntos. Llegó el subte y todos los pasajeros subieron, excepto ellos dos.
Fabrizio subió las manos por los brazos de la muchacha y los llevó a su espalda para apretujarla contra sí. Tenía una camisa fina sin mangas y podía sentir el corpiño a través de la delicada tela. Él hubiera querido desabrochárselo, pero después le sería difícil acomodarse.
Tina se sintió gratamente avasallada. Hacía años que no besaba a alguien fuera de Mauro, su ex prometido. La relación se había vuelto tan monótona que ya habían perdido la pasión. Se sentía como un hermano. Él decía que los besos eran para llevarla a la cama solamente. Así que jamás tenía el impulso de besarla fuera de su departamento. Jamás tenía un impulso. Estaba todo perfectamente planificado. Ya hasta se peleaban sobre a quién le tocaba empezar. Ella lo había justificado mucho tiempo debido a la gran experiencia que él había tenido antes de ella. Después de todo le llevaba diez años y no era su culpa que ella no hubiera tenido muchas relaciones amorosas antes de conocerlo a él, a los diecinueve años.
Estaba impactada de la pasión con la que apretaba su torso contra ella, sin duda para sentir la inflamación de sus pechos contra sus pectorales. Por cierto: ¡Bien ahí! Firmes. Fabrizio hacía muchos ejercicios y parecía que rendía sus frutos. Hasta ahora sólo había tocado sus brazos al saludarlo. Por lo visto el resto del cuerpo acompañaban esos bíceps siempre tensos.
No daba crédito a la suave esponjocidad de sus labios. A la frescura de su lengua. ¿Eso era Doctor Lemon? Muy fresco y dulce. ¿Cuándo había tomado Doctor Lemon? ¡Oh! Su mano descendió a la espalda baja y ahora no sólo sentía sus pectorales. Algo abultado rozaba su ingle y él ejercía más presión. Deseó acomodarse elevando sus pies para calzar…
—Fabrizio —interrumpió el beso agitada.
—Perdón Tini. Hace mucho que deseaba saborearte.
“Saborearte” había dicho. Ni “besarte”, ni “hacer eso”… aunque ella habría pensado que “devorarte” estaría mejor aplicado.
Enrojeció a iridiscente de golpe. Casi fluorescente.
—¿En serio?
Era tan sencilla que jamás se había percatado de la intensidad con que la miraba. Siempre tan formal frente a todos y tan divertido a solas. Le generaba cierto respeto en público, que es donde se encontraban en ese momento.
Miró a su alrededor y para su sorpresa, del otro lado de andén, esperando el subte hacia el lado opuesto, Mauro. Con los brazos caídos y la boca abierta.
El sentimiento de culpa la embargó, pero duró tan poco como el tiempo que le llevó a la enana culona que tenía por compañera, alcanzarlo y saludarlo con un beso apasionado en la boca.
¿Acaso no se habían saludado ya? ¿Se iban a encontrar en el subte? ¿Lo hizo para darle celos? ¿Ahora sí le parecen bien los besos que no son para tener sexo inmediato? ¡Entonces ell ale iba a demostrar cómo se besaba para ir a la cama!
Tomó a Fabrizio de la solapa y lo besó con un ardor que pocas veces se había expuesto en la estación Inclán.
Pero Fabrizio no iba a desperdiciar la oportunidad, no sólo de alejarlos lo más posible, sino que de hacerla quedar bien a ella y por último ser el héroe.
La besó con pasión y cuando llegó el subte se subieron abrazados y la sentó en su regazo para seguir besándola.
Antes de llegar a la siguiente estación, Tina se separó de los labios del muchacho y carraspeó.
—Permiso —pidió sentándose en el asiento y agregó—: y gracias por… bueno… por ayudarme con mi ex… o sea…
—Yo no te besé por tu ex.
—No, claro. Bueno…
—Me encantó besarte… ¿a vos no?
Lo miró y le sonrió con timidez.
—Claro, sí.
—Mañana te voy a llevar a un lugar muy lindo. ¿Conocés Patagonia?
—Conozco Bariloche y…
—¡Ah! ¡Jaja! ¡no! La parrilla Patagonia en Puerto Madero. O sit e gusta la pasta puede ser La Parolachia.
—No conozco. No salía mucho a comer. Siempre en familia.
—Bueno, mañana vamos ¿eh? ¿Confirmado?
—Confirmado —Miró la estación a la que arribaba—. Ya me tengo que bajar.
—Bueno, hasta mañana. ¡Esperá!
Rodeó con sus manos las mejillas de ella y la besó con delicadeza y ternura.
Mariposas revolotearon en su estómago.
—Hasta mañana —contestó ella aún sin poder abrir los ojos ni mucho menos salir del subte.
Él la acercó a la puerta y la ayudó a bajar, como si bajara un modelo en cartón a escala real.
Se sonrió de la ternura que le inspiraba.
Tina llegó a ver el salto que pegó en el aire Fabrizio cuando festejó al alejarse el tren.
¿Ella provocaba eso? ¿Cuándo? ¿Cómo había pasado? Hasta ese momento los hombres nunca se le habían insinuado.
Ella nunca les había dado oportunidad tampoco. Inclusive a él.
Dio media vuelta con la sensación en el pecho y los labios hormigueantes y caminó a hacer la combinación con el subte que la llevaría a su casa.
Mauro: ¿Me dejaste por ese no?
Caramba. No pensaba que Mauro se contactaría.
Mauro: Te habías enamorado de tu compañero. Pore so me dejaste ¿no?
Tina: ¿Y vos? Tu compañera parece creer que tiene completa libertad sobre vos. Así que ¿qué me venís a decir a mí? Olvidame. Ya es tarde.
Mauro: ¿Tan pronto me cambiaste?
Tina: ¿Ahora sí creés que vale la pena demostrar un poco de pasión? Cortala o te bloqueo.
Mauro: Ella no es nada para mí.
Tina: Lo siento. Me gustaría que rehicieras tu vida.
Guardó su celular y cuando volvió a vibrar, pensó en bloquearlo definitivamente, pero no era Mauro.
Fabrizio: Todavía siento tu boca en mis labios.
¡Ay por favor! ¿Quién decía cosas así por esos días?
Tina: Me hubiera gustado quedarme más tiempo.
Fabrizio: Mañana…
Tina: Mañana. Sí.
Tina no pudo dormir hasta muy entrada la noche. Revivía en su mente una y otra vez los besos que le había dado Fabrizio, las emociones que se le arremolinaban en el estómago como cuando volaba el simulador en caída libre y retomaba vuelo en un instante a una montaña rusa.
La situación con Mauro le generaba rechazo. No sentía pena, ni arrepentimiento. Tal vez un poco de culpa por haber esperado tan poco. Después de todo algo de razón había.
Había fantaseado con los ojos zafiros de Fabrizio desde que entró por la puerta del laboratorio y un rayo de sol se coló en sus ojos para hacerlos refulgir como el cristalino Mar Caribe, por el instante en que su pupila se dilató a un puntito diminuto, hasta que sus párpados los protegieron de la intrusión y su mirada se fijó en la de ella. Es su relación con Mauro estaba tan desgastada y él no quería verlo.
Nunca había avanzado directamente, pero Fabrizio la miraba constantemente en silencio. Si ella le decía algo al respecto, él le sonreía o simplemente le decía: “Me quedé tildado” o cuando se volvió más audaz: “No te puedo mirar”.
Después estaban los roces supuestamente involuntarios. Mano sobre mano. Brazo en la espalda para dejarla pasar. Mano en la baja espalda para acompañarla. Muslo con muslo en el almuerzo. Espalda sobre hombro. Dedos sobre antiparras, sobre cabello, sobre orejas…
Muchas señales que despertaban el interés de ella, siempre ingenua en aquel sentido, justificando los gestos porque no podía ocurrirle que ese muchacho tan enigmático, centrado aunque seductor, que se mostraba afable y divertido en privado, estuviera seduciéndola a ella.
Y había resultado ser que sí. Porque Fabrizio ya la había visto entrar al edificio cuando fue a una entrevista. Y ella había sido tan amable con un señor que mendigaba en la calle, que quedó marcado. Quiso conocerla más, saber por qué se había comportado de aquella manera. Deseó verla seguido en aquel lugar, y ¡gracias Dios! porque había resultado ser su compañera.
Pero los gestos amables y candidos de esa jovencita proliferaban, y sin darse cuenta, se fue zambullendo cada vez más en sus sonrisas, en su perfume. Estaba metejoneado con una chica comprometida. Fue muy duro el golpe al enterarse. ¿Qué podía hacer para robársela? La ansiaba cada mañana y se quedaba horas de más cuando ella lo hacía para analizar alguna muestra. Últimamente inclusive ni había nada para hacer y se quedaban ordenando todo el desorden que causaban tratando de entretenerse en el día.
Fabrizio no podía creer que había lamido restos de mayonesa de su boca. Mucho menos que eso le había causado una semierección. Esa chica tenía que ser la chica de sus sueños. Daba gracias a Dios por lo que fuera que causó la ruptura con su prometido. Ni que decir que el ex los viera besándose. Se sintió tan ganador.
Cuando finalmente se durmió soñó que la besaba… de nuevo.
👩🏻‍🔬👩🏻‍🔬👩🏻‍🔬
Al día siguiente Fabrizio esperaba a Tina en la recepción cuando ella llegó. Delante de todos se saludaron como siempre con un beso en la mejilla. En el ascensor se rozaron los dedos con gestos vergonzosos. En el laboratorio él le acomodaba el cabello, le acariciaba la mejilla con el dorso del índice, la arrinconaba para hablarle al oído y decirle que tenía ganas de besarla.
—Me muero por besarte Argentina —le había dicho.
Ella se sonrojó sabiendo que esa noche se besarían.
Se ducharon, se cambiaron y Fabrizio no podía creer el cambio que había obrado en ella, la ropa de salir y el maquillaje nocturno.
Quedó boquiabierto. El aire se le paralizó en el pecho.
—¿Querés darme un infarto antes de siquiera empezar nuestra cita? —preguntó con desparpajo.
Tina no sabía que era tan tímida. Se había maquillado como siempre que salía, no creía que a él le representara demasiada diferencia. Delineador negro difuminado rodeando el ojo resaltando su color miel y almendrándolos hacia arriba. Pero ella no salía demasiado. No porque no hubiera querido. ¿Se había vuelto tímida por la falta de salidas? ¿O era que Fabrizio la volvía tan sensible a sus miradas, a sus palabras? Le hacía aflorar los sentimientos a la piel.
—¡No puedo esperar! —le dijo en el estacionamiento del bar y se arrojó sobre ella.
La besó apasionadamente. Ella se sintió tan viva.
Un cosquilleo en la cintura la hizo estremecerse. Subió lentamente hacia su corpiño y le acunó un seno. Eran sus dedos intrépidos bajo la blusa de encaje de ella, que insinuaba y hacía desear conocer con todo detalle la trama de la ropa interior.
Cuando el cosquilleo llegó a la parte interna de los muslos, tuvo que poner freno.
—¡No! Todavía no. Es muy pronto.
—Perdoname. Tenés razón. Es muy pronto, pero hace mucho que te deseo —confesó hipmotizado en sus labios.
Tina creyó derretirse.
La noche fue cada vez más fogosa. Y si no hubiera sido que ella nunca había dormido con nadie en la primera cita, habría apostado que habrían terminado en la cama. Es más, diría que no tuvo citas más que con Mauro y algún noviecito anterior para tomar helados o salir a bailar. Era su primera cita de adulta.
Fabrizio quería cortarse las manos y tirarse de un acantilado. No había podido refrenarse en toda la noche. Nunca había sido tan atrevido con una chica antes. Sinceramente tenía miedo de haberla asustado. Pobrecita se la había pasado retirándole las manos de todo el cuerpo. Nunca había escuchado tantas veces en una noche la palabra rápido y todas sus acepciones. “Vas muy rápido”, “es muy pronto”, “no nos apuremos”.
Pasando los días entre arrumacos e insinuaciones, se olvidaron por completo de las conspiraciones y suspicacias de los sucesos mundiales hasta aquella tarde en que todo el mundo hablaba del cambio operado en algunos senadores mundiales, respecto de los proyectos de ley coartando a la naturaleza obrar su paso por medio de controles a los mutantes.
—Pretenden imponer la palabra mutante, pero todos sabemos que son EVOLUCIONADOS —había sostenido un defensor acérrimo de sus derechos.
Querían desmerecerlos. La Mutual no daba a basto con campañas de concientización y apoyo al cambio. Sus mutuantes eran quienes llevaba esperanza a ambos bandos extremos y estrechaba lazos.
—Están progresando los extremistas en el consejo mundial Fabrizio.
—Sí, cada vez todo se vuelve más raro.
Para confirmar sus palabras, los candidatos extremistas volvieron a reunirse en el laboratorio con Matilda.
Tenían que hacer algo. Tenían que saber. El tiempo se acababa y pronto tendrían sus resultados esperados.

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